—Mira, tienes que volver al país de vuelta. Te alojaré en mi casa, que queda en un pueblo no muy chico a las afueras de Tokio… Pero no se lo digas a nadie. A partir de esta llamada no hagas ninguna otra más, ni te conectes por internet ni nada por el estilo. Cuando llegues te daré más información, porque tengo el presentimiento de que nos están vigilando a cada uno de nosotros.
--
Kokone se quedó seria, pensando. No podía emitir ninguna palabra de su boca, porque no podía creer lo que había acabado de hacer; ella, el ser que nunca pensaba en esas cosas.
—Hay que hacerlo más seguido — fue lo primero que se le vino a la cabeza y dijo.
--
—Deja que se los pongo yo “necesita un doctor” — pensó triste Miku.