Miku abrazó cariñosamente a Len, como si fuera su madre. Quería consolarlo como fuera.
Una de las cosas que más odiaba en ese mundo, era ver a sus hermanitos del alma sufrir por culpa de las acciones de otros. Para ser más precisa, de la desgraciada aquella que le habían impuesto como compañera.
Se sentía incapaz de poder controlar la situación y hacerla llevadera. Ese sentimiento iba acompañado con frustración.
-Tranquilo, ya todo pasará – no estaba segura ni de sus propias palabras.
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Mientras tanto, Lily se paseaba algo aburrida y ansiosa por cada rincón de la disco. Parecía que nadie la reconocía, o, si se acordaban, era una vaga sombra en su mente.
-“Soy tan… rechazada” – lloriqueó para sí.
Encima, la furgoneta blanca que llevaba los parlantes no aparecía.
Golpeó sin querer con la guitarra a Taito.