Había quedado tendida en el suelo. Estaba muerta del dolor, pero por alguna razón no se levantaba por ello, sino por la misma risa. Parecía que se había comido un payaso.
-Era un yankee, tenía trece años, y no recuerdo su nombre –le respondió como si nada – Por favor, tenía ocho años en ese entonces. Era una relación tierna e inocente, mas de amigos que de otra cosa, solo me enteré que fui su novia un día antes de que se fuera a su país porque él me lo dijo – reboleó los ojos – Yo tendría que estar celosa – le picaba el pecho con el dedo acusatoriamente – Tu tuviste muchas, yo era forever alone – estaba rabiosa – Y si no era porque sacudía mis pechos en un escenario nunca te hubieses fijado en mi – se cruzó de brazos.
-Pero tú me ayudaste. Por eso quedó tan lindo papi – lo miró con una sonrisa. Ya no había ningún rastro en su rostro de que hubiese llorado.