Relajó sus parpados. Sentía muchísima tranquilidad estando con él.
-De nada – lo abrazó y de repente se quedó dormida en un profundo sueño.
Estuvieron saliendo varias semanas, durante bastantes días seguidos y yendo de aquí para allá, a veces sin rumbo. Y ella solo podía considerarse como la señorita más feliz de todo Japón.
Ahora , dentro de un bote , miraba sus botas de cuero negras tipo texanas , y también sus rodillas , la parte que no le cubría el corto vestido negro de verano.
Estaba timida nuevamente.
Le dio la carta, muda.
-Si el tío Kagura paga, nosotras le haremos muchos mimitos – decían ambas al mismo tiempo.
-De acuerdo – se frotaba la boca del estomago.
--
Sonrió, aunque la parte macabra de ella misma la tenía oculta muy adentro suyo. Para hacerse la difícil, empezó a vestirse, “dispuesta a irse”.