-“Yo no sé cómo le hace para hablar con tanta tranquilidad luego de eso…” Está bien. Aunque no se por cuánto tiempo más podré estar disponible – decía mirando su taza de mokaccino. La loca fangirl interna se revolcaba feliz una y otra vez tal cual como una cerda en el fango – Por mi… no hay problema – susurró aun mas tímida que antes. Sus mejillas estaban tan rojas que parecía que se las había maquillado.
-“Oh diablos, no ingerí nada más que gaseosa y tengo un hambre terrible” – pensaba algo quejosa. No podía sacarse de la cabeza a Shoune, y la preocupación que reflejaba su rostro iba perfecta con la siguiente escena que harían luego de regrabar la que habían dejado antes de cortar.
Al día siguiente, no encontró a nadie a su lado.
Pasó un buen tiempo en que no lo vio. No había sido ella esta vez quien se había encerrado en su mansión, desapareciendo de la vista de los demás. Sino él, del que no se volvió a saber nada más.
Todos los días lo esperaba sentada en la hamaca de su inmenso jardín, debajo de un fuerte árbol de melocotones. Pero nunca volvió… estaba sumiéndose en la preocupación, o formulando la teoría que solo se aprovechó de ella y la dejó botada, como seguramente lo había hecho con otras mujeres. Y no era para menos, después de todo, le había demostrado a ella que era capaz de hacer muchas peores cosas más.
Si ya la engañaba descaradamente en frente de su cara luego de que él le formulara un: “¿Estás dispuesta a ser mía esta vez?” y ella le respondiera con un firme “NO” , ¿Por qué no lo haría luego de haber tenido lo que tanto deseaba con profunda obsesión?
Además, ¿Qué dirían sus padres al enterarse que ya no era más virgen? Y peor aun… ¿Cuándo descubrieran que esperaba un hijo? No podría ocultarlo mucho tiempo.
Pensando en eso y mucho más, una sombra le tapó la luz del sol que daba de lleno en su cara. Y a su vez brillaba como nunca un anillo de lo más caro y hermoso posible.