Meian sonrió y paró de tocar y cantar. Bostezó algo cansada.
-Es todo lo que se me ocurre esta noche. Podría ser mejor – anotaba en un papel borrador las notas – Te la dedico a ti, chico tímido.
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Kokone solo frunció un poco el seño. No estaba demasiado acostumbrada a oír historias de ese tipo.
-Sea como sea, si vas a hacer canciones no tienes porque darle ni una moneda. No se las merece ni aunque le debas dinero.