Con una sonrisa de satisfacción en su rostro, dejó los huevos revueltos semis quemados arriba de una mesita, mientras acariciaba enérgicamente el rubí que le colgaba del cuello, pensativa.
Ya podía contemplar toda la historia, los tonos que usarían, los trajes, la letra y la música de fondo. Se le hizo tan romántico que se sonrojó sin darse cuenta.
Hasta ahora ella era una de las pocas que no había hecho una saga.