-“Como si me importara. Lo único que digo es: maldita sea, justo ahora se vino a aparecer… No podré entregarle a Iroha, porque habría un testigo clave para plantarme una denuncia” – pensaba muy metido a sus adentros, preocupado.
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Los niños aprovecharon a que Leon se había quedado accidentalmente dormido en el sofá de la sala para hablar sobre sus planes. Para eso se encerraron en la habitación que compartían ambos.
-Esto no está resultando. Aun MeiMei-chan parece seguir enamorada de ese payaso berenjena – Kokone se aseguraba de hablar en voz baja.
-Es cierto… por cierto, creo que podemos hacer algo para ello. Esta mañana llegó – se llevó una mano detrás de la cabeza – una foto que envié a encuadrar anónimamente mucho antes que pasara todo esto.
-¿Cuál foto?
Kanade sacó de debajo de su almohada un cuadro medianamente pequeño, que estaba envuelto con un lindo papel de regalo brillante color carmesí.
Sacó la envoltura y dio a conocer la imagen: el primer plano de un romántico beso entre el sujeto que ahora despreciaban y su querida hermana mayor.
Kokone se llevó ambas manos a la boca.
-Nadie nos dijo que no podíamos torturar a ese idiota – sonrió con malicia.