Bueeno, aquí estoy, otra vez, actualizando esta historia.
Quiero dedicar este capítulo a Snade y PennyDraco, mis fieles lectoras,
y agradecerles por sus comentarios que me alientan a seguir.
Espero que les guste;
aquí va:
Astrid despertó de un sueño extraño que ya empezaba a perderse en lo profundo de su memoria, desterrado al lugar donde mueren todos los sueños. Lo primero que sintió, fue que se movía.
Abrió sus ojos, verdes como la hierba, e inmediatamente notó que se encontraba sobre una especie de carreta, hecha con listones de madera fina y oscura, y que avanzaba cuesta abajo a través de un escarpado terreno rocoso.
-Dios mío, me parece que paso todo el tiempo durmiendo -murmuró para sí misma.
Entonces vio a Oppo y Deimn sentados, mirando hacia el frente, frenando, o quizás acelerando la marcha con unos palos que apoyaban en las rocas adyacentes al móvil, casi como si remaran.
-Parece que ha despertado ya, Deimn -dijo Oppo, dando una fugaz mirada hacia atrás.
-¿A dónde rayos vamos? -preguntó Astrid, entre preocupada, y molesta. No sabía dónde se encontraba, y ya no le parecía que todo aquello fuera un sueño. Se sentía bastante real.
-Vamos a llevarte junto a Azor -le respondió Deimn, sin dignarse siquiera a mirarla mientras le hablaba- es el único ser humano que conocemos además de ti.
-Además, él es un gran guerrero, y en sus tierras viven los sabios más grandes que se conozcan en estos lugares. Sin duda ellos sabrán qué hacer contigo, Astrid del Desierto.
Astrid sacudió la cabeza. No podía definir cómo se sentía. En parte, estaba molesta, si aquello era un sueño, quería despertar ya. Y si no lo era… si no lo era, no sabía ni qué pensar al respecto. ¿Se había vuelto loca? Quizás había caído en coma y estaba en una cama de hospital, debatiéndose entre la vida y la muerte.
Como fuera, si el único ser humano que podía hallar en aquel extraño mundo era ese tal Azor; ella deseaba hablar con él. Tal vez tuviera las respuestas.
Siguieron avanzando cuesta abajo por la montaña, prácticamente a trompicones, en silencio. Astrid se dedicó simplemente a observar.
El paisaje era extraño; a su alrededor sólo veía montañas y escarpados picos parecidos a aquel que estaban descendiendo, todos ellos de algún tipo de roca arenosa y clara que iba desprendiendo una estela de fino polvo amarillento a medida que pasaban.
Casi no había divisado plantas, sin embargo, algunas tunas llenas de espinas y unos cuantos arbustos con grandes flores esféricas de color rojo sangre emergían de entre las rocas.
El cielo era de un pálido color rosado blancuzco, y Astrid no sabía si estaba nublado o si era ese su color habitual, aunque tampoco se atrevió a preguntar.
A lo lejos, la joven divisó una puerta blanca, suspendida a algo así como medio metro del suelo, como si flotara.
-¡Oh, Dios mío! ¡La puerta! -exclamó, sorprendida.
-Sí, una puerta, ¿por qué es que haces tanto escándalo? -respondió Deimn, mirándola con el entrecejo fruncido.
-¡Yo vi esa puerta antes, cuando estaba en ese lugar, con los bichos, y…!
-Pero deja de chillar, esperpento -la interrumpió el hombrecillo, bastante irritado- te encontramos medio muerta justo al lado de esa puerta. Probablemente te habrás golpeado con una roca al aterrizar; y como somos tan nobles y honorables, te llevamos a nuestra cueva a pasar la noche. ¿No recuerdas?
-Recuerdo haber pasado por la puerta -dijo Astrid sin mirarlo, mientras tomaba un mechón de su cabello ondulado y considerablemente sucio y enredado y lo enrollaba en su dedo- y luego haber despertado junto a ustedes.
-Eso es -dijo Oppo- bueno, esa es la puerta que comunica el Valle del Desierto y el Valle de la Roca. ¿Entiendes?
Astrid asintió levemente, sin estar del todo convencida.
-Yo creo que es aún menos inteligente de lo que parece -susurró Deimn a su hermano. La joven simplemente fingió no escuchar.
***
-Hijo, ¿te sucede algo? Te noto bastante callado.
-¿Eh? No, no me sucede nada -respondió Tyler, llevándose la cucharada de caldo de pollo a la boca.
Su madre no dijo nada más, pero él sabía que su respuesta no la había convencido en lo más mínimo. La cena estaba bien, aunque nunca le había gustado mucho el pollo, o el caldo.
Se planteó comentarle lo que había hecho, lo que había descubierto; pero prefirió no hacerlo. Si se lo decía, cada vez que ocurriera algo parecido en la ciudad, su madre estaría molestándolo con que averiguara cosas; de modo que decidió mantenerse callado. Averiguaría dónde se encontraba la chica, y una vez que lo supiera con certeza, daría aviso a las autoridades, de forma anónima. Él sería el único que sabría lo que había hecho.
***
La noche había bajado sobre el Valle de Roca. Habían dejado atrás el escarpado pico que bajaban hacía un rato; y luego de atravesar un escabroso cañón, habían salido a un espacio abierto, algo parecido al Desierto en el que Astrid había estado antes, pero éste era mucho más pedregoso. Y en él crecían sendos árboles de madera oscura y retorcida, de hojas muy pequeñas y abundantes. Se estaban acercando a las Tierras de Piedra.
Oppo y Deimn estaban cansados. El mecanismo para que la carreta se moviera era el de ir empujándola mediante dos palos que actuaban como remos, y aunque ellos estaban en forma, ya que hacían el viaje desde su caverna hasta el cañón al menos dos veces a la semana, ida y vuelta. Pero tener a Astrid en el vehículo incrementaba el peso considerablemente, y además, no se habían detenido siquiera un segundo aún.
Disminuyeron considerablemente la velocidad.
-¿Qué sucede? -preguntó Astrid, percatándose de ello.
Su cuerpo estaba entumecido; y, cuando se detuvieron por completo, se sintió extraña, al no sentir los saltitos de la carreta.
-Descansaremos aquí -informó Oppo, bajándose de un ágil salto, para atar la carreta a un árbol considerablemente grande- Pero, vamos, Deimn, saca tu trasero del vehículo y ven a ayudarme a hacer un buen nudo -reprendió.
Deimn bajó, murmurando maldiciones. Astrid decidió bajar también, trastabillando un poco al tocar el suelo. Al fin podía estirar sus entumecidas piernas, se sentía bien.
Deimn y Oppo casi no le hablaron; pero le ofrecieron una nueva ración de raíces y extendieron unas mantas de piel sobre el suelo, en las partes en que este era más o menos liso, para dormir.
Astrid los imitó; pero no podía dormir. No estaba cansada. Su mente se dio rienda suelta y comenzó a divagar incoherencias acerca de dónde se encontraba, y se dio cuenta de que extrañaba mucho su cama, caliente, cómoda y perfumada; así como también la sensación de estar limpia, después de una ducha, pero sobre todo, extrañaba a sus padres. Los echaba de menos, muchísimo.
Sin darse cuenta, las lágrimas estaban escurriendo por sus mejillas.
-Papá, mamá… -susurró, muy bajito- si tan sólo supieran cuánto los amo…
Dirigió su mirada hacia el cielo púrpura, y continuó murmurando, entre sollozos.
-Dios, si estás ahí, en alguna parte… por favor, envíame una señal; ayúdame a sobrellevar esto, dame respuestas ¡ni siquiera sé dónde estoy! Por favor, sácame de aquí.
***
“Por favor, sácame de aquí”
Tyler abrió sus ojos, en medio de la oscuridad de su cuarto. Buscó con la mirada los números rojos del despertador que se hallaba en la mesita de noche, a su lado. Las 3:40 AM.
Intentó recordar el sueño que había tenido, sin éxito. Lo único que había quedado grabado en su memoria, fue ese pedido de ayuda. Tenía que ser ella, él estaba seguro.
Otra vez los fastidiosos murmullos se apoderaron de su cabeza, impidiéndole pensar, por unos momentos. Suspiró mientras se concentraba en apartarlos de sus oídos; y trataba de volver a dormirse; mientras se esforzaba al máximo en recordar algo más con respecto a su sueño anterior.
Tararán!
Eso ha sido todo, espero que les haya gustado.
Quería finalizar pidiendo COMENTARIOS!
por favor!
Si es que has leído este capítulo, no te cuesta nada escribir un pequeño comentario acerca de qué te pareció; que se eso se aprecia mucho, en serio u__u
Bueno, dejo de ser pesada y me marcho.
Nos leemos!~