Muchas gracias a Lauriis (claro que me puedes llamar así ^^) y a Saga por sus comentarios. Y a todos los demás también. Me alegra que les guste la historia...
Respecto a este cap, no es demasiado bueno, que digamos, y ya me han comentado que la historia avanza muy rápido (hago pasar mucho el tiempo), lo cual estoy corrigiendo en los capítulos más actuales. Como sea ya, les presento el...Capítulo Cuatro
El lugar de mi cuello donde me había mordido ardía y parecía ser la fuente de una serie de sensaciones extrañas en el resto de mi cuerpo. Mis manos estaban sudando, sé que estaba sonrojada hasta la raíz de mis cabellos, y me costaba respirar normalmente.
-Escúchame bien, pequeña humana: No soy como tú, al parecer ya te has dado cuenta. Pero eso no quiere decir que tengas el poder de hacerme daño. Ni tú ni tu estúpida estaca de madera -dijo con tono seco y frío- Y más vale que no vuelvas a intentar algo como eso NUNCA MÁS. No querrás que pierda la poca paciencia que tengo.
Se me heló la sangre en las venas, su voz caló profundo dentro de mí. Me aterró.
Luché por mantener la compostura -y la calma- lo cual se hacía difícil, considerando que tenía su mirada fría clavada en mí. No obstante, no iba a dejar que me sometiera.
-¿Temes que lo consiga? -dije, haciendo un esfuerzo porque mi voz no temblara, tratando de ignorar mi miedo.
-¿Qué cosa? -preguntó, caminando distraídamente hacia mi tocador, mirando las cosas que tenía allí.
-Hacerte daño -respondí, peleando por decirlo.
Fuera lo que fuera, no lo dejaría domarme. Volteó hacia mí bruscamente, y me clavó su mirada de fuego negro.
-Ni siquiera sabes qué soy yo -y me dio una sonrisa helada, llena de dientes blancos y perfectos, sin colmillos sobresalientes.
Tenía razón. No lo sabía. ¿Qué clase de ser sobrenatural podría ser él? Porque había admitido no ser humano.
Su malignidad era tan grande que casi podía tocarla, y me pregunté por qué no intentaba atacarme. ¿Qué clase de plan retorcido y perverso urdía en su mente cruel?
-¿Qué es lo que quieres de mí? -le pregunté, soltando un suspiro.
-¿Sabes, Zoe? -dijo levantando uno a uno los frascos de perfumes, cremas y alhajeros de mi tocador, dándoles una distraída mirada y luego dejándolos de nuevo en su lugar- No pareces muy contenta conmigo a tu alrededor.
Y lo vi sonreír a través del espejo. Vi también el reflejo de mi rostro, con una expresión ilegible en él.
-No lo estoy -respondí- Y no has contestado mi pregunta.
-No te andas con rodeos, ¿eh? -dijo, y me miró por sobre su hombro, para luego pasarse una mano por el pelo liso y desordenado.
-Dime qué rayos quieres de mí para que puedas marcharte y dejarme en paz. No te tengo miedo, y no te quiero cerca.
Se dio vuelta, y caminó hacia mí. Me levanté para hacerle frente, había triunfado en no demostrar mi miedo, al menos no en mi voz, y me prometí luchar hasta el final. Tal vez, si se daba cuenta de que yo era fuerte, se alejaba de mí.
- ¡Mentirosa! -exclamó con voz aguda y una pequeña sonrisa socarrona- Mírate… ¿Sabías que se te acelera el ritmo cardíaco cuando me acerco mucho a ti? Tu respiración se agita, también. Y casi puedo oír a todo tu cuerpo llamándome, buscando mi cercanía, tus ganas de estirar esa pequeña mano y tocar mi piel -hizo una pequeña pausa, en la que abrí la boca, para contestar, pero no salió sonido alguno de ella- Y al mismo tiempo eres terca y te rehúsas a aceptarlo y tratas de mostrarte grande y fuerte -agregó- Pues tengo algo que decirte, pequeña Zoe: No eres ni grande, ni fuerte, y no me asustas... Y no te creo, tampoco.
Sus ojos tenían una mirada que no supe descifrar. No sabía qué decir a eso. Mi mente se había quedado en blanco.
-Calladita te ves más bonita, ¿sabías? -dijo entonces, y rió una breve carcajada llena de insolencia.
-Fuera -dije quedamente, pero con todo el ímpetu que pude reunir.
Alzó una ceja como si no creyera lo que acababa de decirle.
-¿Estás echándome?
-Sí, lo estoy haciendo. No quiero volver a verte nunca.
Sonrió.
-Repítelo, Zoe, Zoe, Zoe -dijo moviendo la cabeza de un lado al otro cuando decía mi nombre- Si tienes el valor de hacerlo -agregó, juguetón- me iré.
Tomé aire para decirle que se largara, de nuevo. Pero me interrumpió.
-Vas a rogarme que vuelva junto a ti. Que vuelva a por ti -dijo, y entonces, su sonrisa se esfumó- Y cuando lo haga, pequeña, tal vez ya no sea tan amable.
-¡Fuera! ¡No quiero verte más! -exclamé. Rió de nuevo esa carcajada suya. Entonces, en menos de un segundo, había extendido su dedo índice, y lo había posado en mi frente, justo donde su beso todavía descansaba.
-Justo aquí -susurró, y luego, se apartó de mi lado y caminó hacia la puerta tranquilamente, como si no hubiera pasado absolutamente nada.
Lo oí despedirse de mamá y Steve, y luego la puerta cerrarse. No había entendido su extraña despedida. Pero en el momento en que abandonó el departamento, me derrumbé en la cama, estaba exhausta, y empezaba a sentir una especie de vacío, como si me hubieran quitado algo muy preciado.
***
-Zoe, ¿qué está sucediéndote? ¿Estás segura de que te encuentras bien? -preguntó Rhonda, con una mirada llena de preocupación en sus ojillos verde selva.
-Sí, lo estoy -respondí cansinamente- sólo algo cansada.
No se lo tragó, y siguió viéndome como si estuviera enferma. Ella creía que el plantón de Tyler Rhonson me había afectado demasiado, pero eso no era lo que me había tenido andando por inercia y como una autómata toda la semana.
De hecho, las risitas del chico rubio de ojos color cielo cuando pasaba cerca de él y sus amigos ni siquiera me molestaban. Aquella parte del viernes de hacía exactamente una semana parecía haber transcurrido hacía siglos, y no era importante para mí, ciertamente, Tyler se había ido achicando más, y más, y más conforme pasaron los días.
Tanto así, que ahora podía ver que su nariz era ligeramente más larga de lo necesario, la gomina que utilizaba para mantener su pelo con efecto despeinado todo el día, sus manos que eran demasiado grandes para mi gusto y la forma casi exageradamente cuadrangular de su cara.
Y empezaba a preguntarme qué era lo que le había visto todo aquel tiempo.
-De verdad me preocupas, Zoe. Todavía no has querido hablar conmigo de lo que pasó, y creo que eso podría ayudarte. Sé que te sientes mal, yo también lo haría si el chico del que estoy enamorada me dejara plantada, pero es hora de ir superándolo.
-¡No estoy enamorada de Tyler! -exclamé, algo alterada.
Automáticamente, todas las personas que caminaban por el pasillo del instituto cerca de nosotras, voltearon a mirar. Perfecto. Rodé los ojos.
Rhonda tomó un mechón de su largo pelo castaño rizado y lo retorció entre su dedo, estaba nerviosa.
-No es necesario que grites, Zoe -dijo cuando todas las personas retomaron sus conversaciones sin prestarnos más atención- Y tampoco que finjas que no es cierto, no conmigo, soy tu amiga.
-Mírame Rhonda -dije con el ceño fruncido- quiero que dejes de ser condescendiente conmigo ¿de acuerdo? No estoy enamorada de Tyler Rhonson, ya ni siquiera me gusta, y no es por él que estoy actuando extraño -expliqué.
-Entonces ¿por qué? -preguntó
Y vacilé. No había hablado de los acontecimientos de la noche del viernes ni de Noah con nadie, aunque tal vez ayudara hacerlo.
Pero no podía contarle a Rhonda que los cadáveres que habían sido encontrados en un callejón (atribuidos a una pelea entre hombres ebrios) habían intentado violarme. Dudaba mucho de si me creería, y si lo hacía, era imposible que guardara el secreto. Tendría que contárselo a su madre, al menos, y eso ya sería demasiada gente sabiéndolo.
-Conocí a un chico -dije entonces. Le hablaría de Noah. Necesitaba hacerlo, después de todo, pero no le contaría los pormenores, o al menos, no le contaría los verdaderos pormenores.
Su mandíbula se desencajó.
-¿Qué? -preguntó.
-Imagina al chico más lindo que hayas visto -dije, y luego de una pausa - Él es mejor.
-Imposible -dijo Rhonda, con una sonrisa cómplice.
-Pues te digo que es cierto. Es más lindo que cualquier chico que puedas imaginarte.
-¿Cómo se llama?
-Noah -contesté, y sentí un calor en mis mejillas.
Se sentía tan bien hablar de él con mi mejor amiga. ¿Cómo no se me había ocurrido contárselo antes?
-Lindo nombre -contestó ella, mientras seguíamos caminando lentamente por el pasillo- ¿Y por qué estás tan rara, entonces? ¿Dónde y cómo lo conociste? y ¿Por qué no me lo contaste antes?
-Fue en el club donde estaba esperando al narigón de Tyler -respondí, rodando los ojos- No sé cómo alguna vez pude haber pensado que él era perfecto. ¿Has visto lo grandes que son sus manos, y lo cuadrada que es su cara?
Escuché un bufido, y unas risotadas detrás de nosotras, y Rhonda y yo volteamos al mismo tiempo.
Tyler Rhonson y sus amigos estaban allí, y lo habían escuchado todo. Mi mejor amiga se sonrojó violentamente, a pesar de que ella no había dicho nada. Yo solo me paré con los brazos en jarras.
-¿Así que soy narigón, mis manos son demasiado grandes y mi cara es cuadrada? -preguntó el chico de en medio, sus ojos azules bordeados por kilométricas pestañas doradas centelleaban con furia.
-Y usas kilos de gomina para mantener tu pelo en su lugar -añadí, sintiéndome segura. Haber enfrentado a Noah fue mucho más difícil, de forma que esto no era gran cosa.
Sus amigos volvieron a reírse de él.
-¡Y tú tienes pecas! -exclamó, rojo de furia, mirándome de arriba abajo para encontrar cualquier otro defecto.
-Me gustan mis pecas -respondí- y de cualquier manera, si no me gustaran las taparía con maquillaje y listo. Tú en cambio no podrías arreglar gran parte de tus defectos ni con cirugía.
Los chicos a su alrededor rieron y silbaron, y entonces, estirando a Rhonda del brazo -porque se había quedado paralizada y pegada al suelo- me alejé de allí.
-Eso ha sido increíble -musitó Rhonda cuando recuperó el aliento.
Estábamos fuera del instituto. Sonreí.
Y entonces lo vi. La respiración se me cortó instantáneamente. El chico vestido de negro, de pelo azabache alborotado.
-¿Noah? -pregunté.
No volteó.
-¿Es él? -me preguntó Rhonda.
Pero entonces volteó y no, no era.
-No. Pero su pelo es algo parecido, y estaba vestido de negro la primera vez que lo vi -dije.
Y noté que mi ritmo cardíaco volvía a la normalidad. ¿Cuándo se había acelerado? ¿Acaso cuando pensé que aquel muchacho era Noah? No podía estarme pasando esto, pero lo estaba.
Yo no podía dejar de pensar en él, y cada noche, despertaba a la madrugada y pasaba mi vista por toda mi habitación, buscándolo. Pero él no estaba allí.
No lo había vuelto a ver.
***
Los días siguieron pasando, y mis ansias de verlo se fueron incrementando como una bola de nieve que rodaba y amenazaba con aplastarme.
Era una noche de sábado, la tercera semana después de la última vez que lo había visto. Y acababa de despertarme a causa de una pesadilla que ya no lograba recordar.
Miré alrededor de mi habitación, ansiosa. Estaba vacía, igual que mi pecho. Era un hueco doloroso, y luchaba contra él. Noah había cumplido su palabra de irse, y, aunque le temía, deseaba que estuviera junto a mí.
Me abatí en una ligera carcajada sin humor, al tiempo que lágrimas saladas se aglomeraban en mis ojos. Las dejé salir sin intentar rechazarlas.
Todo eso era tan horriblemente patético, ridículo. Cualquiera diría que estaba enamorada, pero ¡no lo estaba! Era simplemente una necesidad. Como un drogadicto en su lucha por dejar de inyectarse. Pero ¿cómo me había sucedido eso en tan poco tiempo? ¿Por qué rayos seguía pensando en él?
Me di vuelta en la cama. Y me sequé las lágrimas con la almohada, recordando cómo me había salvado, cómo me había besado en la frente, cómo me había mordido. Y su sonrisa socarrona, y su aura de maldad, y el peligro, y el miedo, y la adrenalina que producía mi organismo con tan sólo tenerlo cerca.
Solté un suspiro.
“Repítelo, Zoe, Zoe, Zoe, si tienes el valor de hacerlo, me iré”
Podía recordar su voz con cada inflexión, cada matiz. Quería escucharla otra vez.
Me levanté de la cama, mis pies descalzos tocaron el piso frío de baldosas negras, y caminé hacia la ventana, la abrí.
El viento de otoño azotó contra mi cara, era fresco, y olía ligeramente a smog.
“Vas a rogarme que vuelva junto a ti, que vuelva a por ti”
-Si tienes oídos, óyeme, Noah… -dije en un suspiro apenas audible- Vuelve junto a mí. Vuelve a por mí… por favor…
Nada sucedió. Reí por lo bajo, para luego cerrar la ventana y dirigirme a mi cama, de nuevo.
Por supuesto que no iba a pasar nada. Estaba volviéndome loca. Terriblemente loca.
Me tumbé en mi cama y me tapé con la manta morada. Y entonces, cuando estuve justo en la frontera invisible entre el sueño y la vigilia, oí una voz profunda, resonante y ligeramente socarrona susurrar: “Esfuérzate un poco más, pequeña Zoe”
Tararán! Eso ha sido todo, espero que les haya gustado y dejen coments, que son mi alimento e.e
Ojala nos leamos muy pronto, gracias por leer, au revoir...