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Autor Tema: Las Malditas [+16]  (Leído 14680 veces)

Snade Desconectado
« en: Agosto 31, 2016, 02:23 pm »

  • Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar. Desde el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar.
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Las Malditas [+16]
« en: Agosto 31, 2016, 02:23 pm »
Hola, acá vengo con una historia original que estoy publicando en Wattpad y en otra página (No sé si puedo nombrarla, pero ya el aviso está dado) bajo el Nick de Hinagiku. Así que no se asusten, es imposible autoplagiarme jaja.

Quería hacer algo más enfocado en la vida real, con los problemas que conlleva la etapa de adolescencia actual, y, también, de la joven adultez; además de cómo enfrentan los dilemas que se presenten. Algo más “light” si se quiere llamar así, pero con tintes adultos. Por eso el +16, ya que considero más apropiado esta clasificación aun siendo una novela juvenil, ya que no quiero incitar a nadie a hacer lo mismo ni pongo por ejemplo a ninguno de los personajes.

Otra cosa que quiero aclarar, es que algunos personajes de esta historia están inspirados en OC’s de usuarios de acá y en la trama (en cierta medida) del FanFicChat “Sakubara Gakuen", desde mi propia perspectiva. Por lo tanto, este universo es distinto y la trama también va enfocada por otro lado, pero hay influencias de lo ya mencionado arriba.
Así evitamos confusiones y conflictos innecesarios.



Géneros: Novela juvenil, Romance, Drama, Amistad, Comedia y Slice of life.

Sinopsis
En la ciudad de La Floral, el instituto para señoritas "Betlindis" es el más afamado de la zona, reconocido por haber sido el primero de su estilo. En medio de su magnificencia arquitectónica, se desarrollan múltiples actividades para mantener ocupadas las cabezas de las estudiantes junto al mejor personal docente y administrativo, a su vez que realza su reputación año a año.
   
Pero en el cielo también existieron ángeles que después se convirtieron en demonios... "Las Malditas". Así es como las colegialas de Betlindis las conocen.
Ellas son un grupo de chicas de muy diferentes personalidades y aficiones, que disfrutan atreverse a romper esquemas en su propio lugar de estudio. Eso es lo único que tienen en común. Y se encargan de hacer la diferencia, hacértelo saber.
¿Cosas de adolescentes? Tal vez, aunque la unión hace la fuerza.
   
Esta es la vida y obra de cada una de sus integrantes, en dónde se verán envueltas en diversas situaciones; sus dramas, amores, alegrías, amistades y compromisos.


Prólogo
Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.



Capítulo 1: Almuerzo
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La primera jornada en el instituto Betlindis había sido más que excepcional para ser el día número uno de clases.
Al apenas terminar la formación previa al discurso de bienvenida y recitar el himno escolar -la cual se compuso gracias a la orquesta propia que se inauguró un año después de la fundación de Betlindis-, se dio comienzo a las actividades cotidianas de la vida estudiantil.
El instituto era de doble escolaridad, por lo tanto, antes de que se diera el segundo turno en la tarde, en medio había una hora de descanso. Si tenías un permiso firmado por los padres o eras mayor de 18 años, podías retirarte del establecimiento sin miedo de ser sancionada.

A esa hora, “Las Malditas” aprovecharon el momento. No iban a dudarlo ni un segundo.

Ante la mirada chismosa de las demás estudiantes, juntas y pegotas como solían estarlo todos los meses (e incluso en las vacaciones de verano), se dirigieron a paso firme hacia la salida atravesando el pasillo principal, dispuestas a respirar un poco el aire del exterior para oxigenar sus cerebros luego del primer turno “quema cerebros”, como lo denominaba Geraldine, la que parecía ser la líder del grupo, la mayor de todas.

Las nueve jovencitas conformaban ese grupo de aires elitistas, por lo menos en apariencia.

Una de ellas las alcanzaría más tarde, pues debía arreglar un asunto de urgencia.

―Si seguimos a este ritmo, Amatista perderá la cabeza y será una desgracia para su equilibrio geocentrista llamado Re-né― Nagisa separó en sílabas el nombre del susodicho, marcando la pronunciación con evidente exageración.

Amatista no pronunció nada, solo se mantuvo en un silencio abrumador. A veces no se sabía lo que pensaba, ni siquiera tratando de adivinarlo mirándola directo a los ojos.

―No hace falta apurarnos. Los hombres tienen que esperar, es su obligación. Y más cuando se trata de complacerlos; deben rogar por una migaja de cariño, así como nos hacen suplicar a nosotras cuando están encaprichados con algo.

Eso fue un mensaje directo para Nagisa, que sabiendo de su obsesión por ser puntual a morir a pesar de no ser ella la que tuviera que llegar hasta el punto de encuentro sí o sí, se desesperaba de todos modos.

—Eres demasiado malvada, Geraldine. Mira que torturar de esa manera a la pobre Nagisa…

— ¡Qué pobre ni pobre, Ornella!— Desvió la mirada hacia otro lado, avergonzada— Yo solo lo digo porque conozco a Amatista incluso antes que ustedes. Y sé lo importante que es René para ella. ¿Y si lo pierde? ¿Y si la deja?—Largó preguntas al aire con cierto dramatismo intenso en su voz, quebrándosele un poco ante la horrorosa idea de ver a su amiga llorando por los rincones a causa de ese tipo, que, si tenía que ser sincera, no le gustaba ni un poquito.

Amatista reaccionó un poco, imaginando una ruptura inevitable con René. Se moriría si eso pasaba. A pesar de estar callada, su único modo de expresar lo que sentía y pensaba, fue acelerando el paso en la acera de la calle, camino a encontrarse  con su amadísimo novio.

Las demás chicas del grupo se echaron a reír, algunas con mucha intensidad, otras no tanto. A Nagisa y Linda no les causó demasiada gracia. Y ellas dos estaban seguras que a Amatista menos.

—Pues creo que con esas preguntitas que te mandaste, la acobardaste. De todos modos, podemos darle una paliza con mi bate de béisbol si hace eso el tal René. Así como lo haría con el estúpido cabeza hueca que se atreva a acercarse a MÍ Linda.

—No es necesario, Tina. Me gustaría enamorarme este año, pero…

— ¿Pero?— Le preguntaron todas al unísono -a excepción de Amatista- a la más pequeña del grupo: Linda Clearwater.

Linda prefirió guardárselo. Lo cierto es que lo que le seguía para completar la oración, era un enorme “Tengo miedo de que Tina lo apalee”.

El camino que transitaban por la ciudad de La Floral era hermoso y tan moderno, haciéndole honor a una capital reconocida de cualquier parte europea, incluso pudiendo ser la envidia del mismo Nueva York.
Entre las anchas avenidas, crecían unos Jacarandá del suelo; una alfombra de pétalos adornaban las calles, alegrando la vista de turistas curiosos y, a su vez, la de los mismos habitantes que circulaban por ahí. El espectáculo natural contrastaba demasiado con la mezcla de edificios nuevos y viejos, además de grandes parques que se distribuían a lo largo y ancho del centro.

René esperaba en uno de esos parques a Amatista, debajo de uno de aquellos enormes Jacarandá, siendo abrazado por la sombra que proyectaba el hermoso árbol, descansando un poco y tomando un respiro ante el caluroso clima, que en pocos días se transformaría en uno más fresco a causa del cambio de estación.
Cuando su novia lo vio, corrió hacia él, salvando a Linda de decir una respuesta que molestara a Tina; de alguna manera, dejó botadas a sus compañeras de años por ese joven apuesto y tan serio como ella.

— ¿Por qué Amatista estaba tan apurada?— Preguntó Linda a Nagisa.

—Porque, según ella, se le enfriaba la comida que había recalentado en el microondas de la cocina en la escuela. Estuvo toda la noche preparando el almuerzo de René, y, de paso, jodiéndome a mí por Wassap para que la ayudara.

—Ahora, digo yo ¿Cómo se va a enfriar una comida que calentó cuatro minutos en verano?

—Tú no entiendes nada, Geraldine. Estás demasiado ocupada aclarando tu garganta con clara de huevo todas las mañanas, tardes y noches— Asqueroso bajo el punto de vista de Nagisa, que no solo repudiaba llegar tarde a cualquier lado, sino también todo aquello que considerara un peligro potencial para la salud: la suciedad y los microbios.

Geraldine arrugó el ceño notablemente.

Mientras seguían conversando, tomaron asiento en un lugar donde había una mesa de piedra con un tablero de ajedrez de cerámica incluido en el medio.

—No te preocupes, Nagisa— Interrumpió Michaela—, Geraldine no tiene idea de lo que es cocinar. Mucho menos para alguien que no sea para ella misma, y ni eso. Quema hasta el agua.

Ornella estaba que largaba una carcajada. Sabía la razón de Michaela tras esos dichos, y la razón no era graciosa, ni mucho menos. Aun así, el impulso le ganó y terminó riéndose un poco por eso.

—Y no olvidemos que solo sabe romper los huevos… para hacer gárgaras, claro.

— ¡Dominika!— Le gritó Geraldine, herida por completo en el orgullo— Saben que mi rutina como cantante es poseer la voz más limpia y brillante posible. No veo porqué tengan que estar recriminándomelo.

—Hablando de geocentrismo…—Agregó Dominika, fingiendo no haber prestado atención a Geraldine y haciendo referencia a los dichos de Nagisa en un principio con respecto a la relación extraña que tenían Amatista y René.

Mientras una inevitable batalla campal de orgullos femeninos se estaba por desatar, la pequeña Linda admiraba con mucha ilusión la relación que Amatista y René trataban de mantener, aun cuando habían pasado diversas situaciones en las que pudieron romper y ambos seguir por su camino como si nada. Amatista y René se habían conocido en normales circunstancias, pero eso no quería decir que lo que tenían fuera menos hermoso.
Ella anhelaba algo igual, con todo su corazón, mente y fuerzas; porque, aunque la vida había sido generosa con ella debido a su estatus social, o mejor dicho, el que tenía gracias a sus ricos padres, en el amor siempre fue un fracaso, una especie de solterona. Por lo menos así se sentía a sus quince años, ignorante de que tenía toda una vida por delante para agarrar un pez del agua.

En eso, cuando creyó estar tan distraída contemplando las acciones amorosas de esos dos como para no prestarle atención a nada más, una cabellera negra y la mitad  de la cabeza teñida con colores fantasía formando un arco-iris, la distrajo.

— ¡Arcobalena! ¡Ya me estaba preguntando dónde te habías metido!― De un momento a otro, Ornella se levantó del banco de piedra y fue corriendo a reencontrarse con la miembro faltante de “Las Malditas”, emocionada a más no poder.

Sudada, la chica, alta como nadie y de una complexión imponente, recibió en brazos a una estatura promedio como lo era Ornella. Entre ellas había una relación tan especial como la de Nagisa y Amatista.
No era común que Arcobalena demostrara demasiado afecto con ninguna de las del grupo, por lo menos afecto físico. Con Ornella era distinto, demasiado, incluso siendo ellas tan diferentes entre sí con respecto a la mayoría de las cosas… a excepción de su predominante frikismo por el manga, el anime y todo eso que a la vista de los demás era estrafalario e incluso poco apropiado.

—Me tardé un mundo— Bajó a Ornella al suelo, como si esta se tratara de una pequeñuela de cinco años—. Tenía que recibir a mi hermano menor que venía de Inglaterra. Le llevé la comida y le di un par de consejos.

—Ah, me habías contado algo. ¿Consejos para qué?

—Digamos que él es un tanto especial. No le gustan muchas cosas.

—No te entiendo nada. Pero bueno, supongo que será lo mejor. Sé que no te gustan los problemas, y sobreproteger a tu hermanito es tu pasatiempo— Soltó como si nada, largando una risotada. Volvió a su lugar y se acomodó la falda.

—Igual que Leonardo contigo— Le guiñó un ojo, avergonzando a Ornella, y dirigió su vista hacia las mujeres de la mesa, que tan concentradas estaban discutiendo por pavadas, como de costumbre—. “Mujeres”— Pensó Arcobalena—. O Tina con Linda— Alzó un poco la voz y captar la atención de Geraldine, Tina, Nagisa, Michaela y Dominika, cosa que logró con rotundo éxito.

Las chicas giraron la cabeza de inmediato y pararon de pelear.

— ¿Yo qué?— Contestó Tina con cara de perro enfadado, sin saludarla de nuevo ni nada.

—Que sobreproteges a Linda.

—No soy la única que sobreprotege… ¡Siquiera es sobreproteger! La palabra es cuidar; cuidar de Linda como a mi hermanita menor. Odiaría que se le acercaran degenerados, un cualquiera.

Linda sentía cómo se iba hundiendo poco a poco en su asiento.
Sabía que cualquier cosa que le dijeran a Tina era para causar polémica, porque ella era así: reaccionaba ante cualquier cosa y en ocasiones explotaba en una verborragia incontenible (con muchas malas palabras incluidas). Aparte se ponía insufrible, bastante antipática si veía que la provocaban. Y más si el tema a tratar era sobre la ternurita de persona que era Linda.

Una media sonrisa surcó el rostro irónico de Arcobalena.

—Entonces estamos de acuerdo. Es ley natural entre los hermanos: Yo y Eternit, Leonardo y Ornella, tú y Linda.

—Te olvidas de yo con Evolet. Te estabas tardando, maldita— Nagisa sonrió.

—Pero estoy aquí.

La pobre Michaela agachó la cabeza, frustrada por el tema. Sin embargo, mantuvo esa postura reservada.

Apareciendo detrás de ese gallinero, Amatista aclaró su garganta, dando a entender que podían empezar a almorzar para después regresar a la escuela y ese infernal segundo turno. No habló nada de René, y si se lo preguntaban, protegería esa intimidad que construyeron los dos tres años atrás. Siquiera sus amigas tenían derecho a enterarse de sus secretos, ni uno solo de los tantos que salvaguardaban a muerte, incluso teniendo un pacto entre ellos. Nagisa solo haría un conflicto de todo eso, y eso era lo que justamente no quería, aun si fuera su mejor amiga.

—Y Amatista también— Añadió Arcobalena.

Nagisa se fijó la hora. Faltaban treinta minutos para concluir esas charlas que no conducían a ningún lado más que a chistes fáciles, solo entretenían antes de regresar a Betlindis. Malditas obsesiones.

—Ah, no se apuren, perras. Betlindis puede esperar, mis cigarrillos y almuerzos no. Así que… a atascarse. ¡Buen provecho!— Y Dominika le dio un mordisco a su emparedado envuelto en una servilleta sacado de su maltratada mochila negra, pintarrajeada con liquid-paper.

— ¡Buen provecho!

Lo más curioso del asunto, es que René no se fue cuando Amatista lo dejó por ir a comer junto con “Las Malditas”. Él permaneció a lo lejos, parado, con la cajita envuelta en pañuelos de colores en la mano, observando cada movimiento de su novia, sin que ninguna de las nueve jovencitas se diera cuenta.
Sacó el celular de última generación de su bolsillo, y miró su fondo de pantalla: una foto que no era de Amatista, sino de un chico.

—Es el comienzo— Fue lo único que pensó, y se alejó hasta perder de vista a todos, cruzando la avenida para volverse de donde vino.

Sonia Joestar Desconectado
« Respuesta #1 en: Septiembre 02, 2016, 01:35 pm »

  • Todos los cuentos de Hadas tienen algo en común; de todos ellos se espera un final feliz.
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Re:Las Malditas [+16]
« Respuesta #1 en: Septiembre 02, 2016, 01:35 pm »
Hola :) ¿Qué tal? Por fin me di una oportunidad para leer este primer capítulo. Lo primero que noté fue muchos nombres, jajaja, creo que tendré que aprenderme nueve más novios y conocidos de ellas  :1f604:  :1f606:

Me intrigó mucho la última parte, no estoy del cien segura si era muy importante el hecho de que René debería tener la foto de su novia como fondo de pantalla; quizá sea porque nunca comprendí eso. Aunque me supongo que el motivo de que se mostrará a un chico allí es porque será algo muy importante, además, no mentiré, me intrigó. Me gustaría saber más a fondo el significado de lo mismo.

Por otro lado, si me quedó claro, las integrantes de “Las Malditas” son:
-Amatista
-Nagisa
-Geraldine
-Ornella
-Linda
-Tina
-Michaela
-Dominika y
-Arcobalena

No puedo decir más nada pues es solo el comienzo.

Tras haberlo pensado una y otra vez, he decidido optar por la mejor propuesta… tomaré una taza de té, por favor.

Snade Desconectado
« Respuesta #2 en: Septiembre 04, 2016, 05:59 pm »

  • Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar. Desde el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar.
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Re:Las Malditas [+16]
« Respuesta #2 en: Septiembre 04, 2016, 05:59 pm »
Hola Sonia, que bueno verte por acá. Me encanta ese nombre, y más que esté en un Nick.  :1f604:

Y sí, tienes razón. Son muchos nombres, además que pareciera que las personalidades de las nueve se asemejan y por eso se puede confundir un poco (O bastante, ya que se responden entre todas y hablan al mismo tiempo, como pasa en la realidad con los grupos femeninos  :1f602:).

Pues estás en lo cierto con respecto a lo de René. No voy a dar muchos detalles, no quiero matar esa intriga. Te voy a hacer sufrir, eh.

“Las Malditas” son todas las que mencionaste. No hay error.

Gracias por pasarte.

Snade Desconectado
« Respuesta #3 en: Septiembre 09, 2016, 07:56 am »

  • Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar. Desde el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar.
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Re:Las Malditas [+16]
« Respuesta #3 en: Septiembre 09, 2016, 07:56 am »
Mira que tonta me hago sola...
Publiqué el capítulo dos en todos lados, menos aquí. Lo lamento.

Capítulo 2: Ángeles y Demonios.

Las fastidiosas tardes después del almuerzo se pasaban volando si alguna de “Las Malditas” divagaba con su mente en ideas básicas como lo era divertirse con amigas al acabar el turno tarde. Solo bastaba con ojear un rato el exterior, por la ventana, y husmear las hojas de los árboles que eran revoloteadas en el aire por el travieso viento, uno de lluvia.

—Qué extraño— Fue el pensamiento de Ornella, en esos periodos de poca concentración, donde faltaban pocos minutos para que la campanada de adiós sonara.

La lluvia en la ciudad de La Floral era un fenómeno muy extraño en esa época, a finales del verano. Y no porque fuera un clima seco, sino porque en aquel año se había ausentado la famosa “corriente del niño”, la cual provocaba desastres por el exceso de agua.
Las precipitaciones debían presentarse en otoño.

Cuando por fin el reloj digital de la pared marcó las cinco y media, y el característico sonido del timbre resonó por todo Betlindis, Ornella pasó de un segundo a otro a buscar a las demás chicas, que iban a distintos años.
Arcobalena fue la primera en aparecer frente a ella, indisimulable con su metro ochenta y cabello que imitaba el arco-iris más bonito del cielo, haciéndole honor a su nombre.

De forma sorpresiva, Arcobalena tomó con fuerza la mano de Ornella. Después se largaron a correr; una sonrisa de oreja a oreja surcaba el rostro de la mayor, emocionada por algún motivo que Ornella no lograba descifrar por nada en el mundo.
La pobre parecía ondearse al igual que una bandera en el aire ante la fuerza aplicada, o volar al modo de las hojas que había visto esa tarde a través de la ventana más cercana. El asunto es que seguirle la velocidad a “piernas largas” Arcobalena era muy complicado, y todo por tener una estatura promedio y no ser, digamos, un fideo como ella quería.

— ¡Tienes que acompañarme! ¿Recuerdas que te dije que mi hermanito venía de Inglaterra?— Exclamó a todo pulmón, siendo raro en una persona tan discreta en su cuidada manera de expresarse—. Debo ir a buscarlo. Es nuevito en la ciudad y puede que se pierda, y no queremos eso.

Ahora sí que la había terminado de confundir.
¿Por qué ella quería ir a ver a un niñito de primaria? Encima sobreprotegido…
Le recorrió un escalofrío por toda la espalda, al recordar cómo su hermano mayor, Leonardo, hacía lo mismo con ella a límites insospechados.

Acabó por decidir hacerle el aguante. ¿Cuántas veces Arcobalena había soportado sus alocadas ocurrencias? ¡Ella tenía que apoyarla! Aun si fuera por obligación. Para eso estaban las amigas ¿No?
Aunque lo extraño era que siquiera se había dignado en reencontrarse con las otras siete señoritas. Pasaron de largo.
Estuvo a un segundo de preguntar, pero al momento de salir de sus pensamientos, ya era demasiado tarde: Se encontraban en el exterior, a unas tres cuadras del instituto. El tiempo era relativo, en definitiva.

—Si Leonardo le hizo bullying, se las verá conmigo. Y no me va a importar nada.

— ¿Qué tiene que ver Leonardo en todo esto?— Y la lamparita pronto se le encendió. Incrédula, giró la cabeza y la cara se le deformó, desapareciendo todo rastro de emoción positiva, pasando a una de preocupación— No me digas que…

—Sí, sí.

Estando frente a los enormes escalones de piedra que se iban extendiendo hasta arriba en el fondo, llegando hacia la entrada del edificio más antiguo que el propio Betlindis, uno que parecía más una construcción de la misma Grecia clásica que otra cosa, apreciaron la innumerable cantidad de jóvenes que bajaban a velocidades exageradas; desesperados por marcharse e ir a esparcirse por el estrés del primer día.
Los ojos de Arcobalena examinaban a cada uno de ellos, con notable impaciencia, preocupada por él. No pasaba por desapercibido, fuera porque la malinterpretaban y la consideraran una especie de acosadora, o por ser una jirafona de primera categoría.
Mientras tanto, a la pobre Ornella le chocaban las rodillas, temblequeando del miedo.

Un muchacho de cabello negro brillante y corto, facciones finas (aunque con un evidente ceño rudo) y atractivas, sosteniendo un cigarrillo prendido entre su labios, hizo un ruido brusco al hacer rechinar las ruedas de su Harley Davidson azabache de los años 80’ –todo un clásico de los fierros– contra el asfalto de la vereda, llamando la atención de su hermana menor, evidenciando una creciente molestia.

— ¿Estás sorda, Ornella? Te he dicho cientos de veces que no quiero que te aparezcas por acá. Y este año no será la excepción, así que subes o te vas— Escupió sus palabras de forma ruda y fría.

No le importaba nada, siquiera regañarla como a una niñita pequeña frente a sus compañeros. Tenía que cuidarla, y la única manera de mantenerla a raya, según su criterio, era haciéndola sentir indefensa, que no era capaz de levantar un dedo y quebrarse una uña.

—Te recuerdo que estás hablando con una Maldita— Refunfuñó—. Ya estoy grande, tú no me das órdenes. En todo caso, si hablamos de cuidarnos, mírate en un espejo— Molesta, le dio un manotazo a unos centímetros de la boca, causando que el cigarrillo volara por ahí—; empieza por ti mismo— Y le sacó la lengua.

—Está bien. Te subes.

Él no perdió la calma. Helado, al igual que un témpano de hielo.

Sin previo aviso, Arcobalena intercedió y agarró a Leonardo del saco de su uniforme, atrayéndolo hacia ella.

— ¿Qué te pasa, machito? Nadie toca a una Maldita si hay otra presente. ¿Te crees muy chulo por ser el líder de cada pasillo de tu instituto?— Volvió a sonreír de esa manera, de medio lado.

—Qué bueno que eres mujer, de lo contrario, ya te hubiera volado el rostro de un puñetazo. Igual el lugar que te corresponde está en la cocina. En fin. Me quedaré aquí hasta que Ornella decida irse, por las buenas o por las malas.

—Idiota.

Ornella desvió la vista hacia el suelo, sintiéndose humillada por su hermano mayor. Lo había logrado, tenía que estar feliz, seguro; y lo peor es que él lo percibía. Leonardo tenía un sexto sentido: captaba las emociones de los demás ¿Por qué en ella sería menos? ¡El muy maldito!

Y entonces, una idea retorcida se le cruzó por la mente;  una que Arcobalena estaría dispuesta a escuchar, después pasar a enojarse y terminar por despedazar a su hermano mayor con sus propios puños. ¿Y si Leonardo en verdad le había dado la famosa bienvenida al consentido de su amiga solo por ser nuevo? Volvió a temblar, y sus rodillas chocaron otra vez.
Conocía a Arcobalena, y el hecho de que fuera introvertida no quería decir que, si la situación así se daba, fuera a contenerse y guardar sus manos en los bolsillos; al contrario, de un puñetazo te dejaba fuera de juego enseguida. Y más si se trataba de defender a sus seres queridos.  El tema era que Leonardo tampoco conocía lo que era la piedad, y aunque no le pegaba a las mujeres, sí se lo hacía a los hombres; podía tomar medidas severas para perjudicar a quien quisiera. Reducirla era una opción, diez centímetros de diferencia los separaba, y el otro motivo no quería ni imaginárselo.

Otra vez las acciones de otros impidieron que Ornella abriera la boca, emitir lo que pensaba (porque problemas para callarse tenía), y un fuerte abrazo hacia su amiga provocó un giro en su mismo eje por parte de ella, sosteniendo a un jovencito de la misma edad que la menor, e incluso de similar altura; curioso al ser varón.
Los ojos chispeantes de escepticismo de Leonardo aparecieron, brillando con fulgor, disparando rayos láser del desprecio que lo invadió. ¿Y por qué? El corazón de Ornella dio un vuelco: un flechazo instantáneo. Eso ya no era gracioso.

—Se ve que no tuviste problemas, porque no recibí ni una llamada tuya. Me alegra que esos brutos no se dignaron en molestarte en tu primer día— Sonrió, dulce, acariciando los cabellos rubios del hombrecito.

—No tientes al mal— Leonardo respondió a eso, sarcástico—. Ya, suficiente por hoy. Vámonos a casa— Intentó tomar del brazo a su hermanita, y lo hizo. Ni se mosqueó; seguía paralizada de la emoción, sonrojada—. Ni que hubieses visto a los querubines bajar del cielo— Volvió a vociferar, con un tono un poco más moderado, pero igual de enfadado. Los celos se le notaban de allí a la China.

El hombrecito, al ver cómo ese muchacho grandote trataba de esa manera tan poco cuidadosa a la chica que tenía al lado, decidió intervenir antes que Arcobalena misma. Serio, aun con su insignificante apariencia frágil e incluso cómica por lo corto de altura, tomando un dije de plata con forma de cruz entre sus dedos, lo enfrentó, diciéndole:

—Es mejor no tentar al bien ¿No crees? Los que maltratan a las siervas del Señor pronto obtienen su merecido. Él las aprecia mucho, aun si sean el vaso más débil— Y al terminar su breve discurso, le guiñó un ojo a Ornella.

Los hermanos Baskerville se quedaron de diez al oírlo.
Por su parte, Leonardo enarcó ambas cejas hacia arriba, abriendo un poco los ojos, sorprendido por la menuda tontería que sus pobres oídos ateos habían tenido la desdicha de escuchar.
 Ornella, en cambio, no sabía si enamorarse aún más por la dulzura de ese chico rubio de ojos azules de toque angelical por su entrometimiento con las mejores intenciones con ese corazón de oro que ella se imaginaba que poseía… U ofenderse. ¿Vaso débil? ¡Maldición! ¡Las chicas no eran débiles! ¡Podían ser más fuertes que los hombres si así su instinto femenino lo requería! ¿Qué clase de concepto tan anticuado era ese? ¡Ella era una “Maldita”! ¡Conseguía defenderse sola con rotundo éxito! No necesitaba la ayuda de nadie. Imposible.
 
—Ya, ya, Eternit. Nadie quiere oír tus sermones hoy, ni nunca— Muerta de vergüenza, Arcobalena lo haló.

Detestaba cuando su hermanito menor hablaba gansadas frente a los demás estando ella presente, y ahora más dado que su mejor amiga y el sensual Leonardo estaban parados solo a un costado. Le preocupaba que “El lobo negro” tomara eso no solo a modo de desafío, sino también, a partir de ese minuto, tuviera de punto a Eternit.

—Me sorprende que la Maldita de renombre autoproclamada atea tenga un hermano tan estúpido. Tanto que da lástima. La biblia no le servirá de nada, solo lo hará más retrasado de lo que es. Hacen un gracioso contraste— Estiró el brazo hacia la espalda del chico y lo palmeó un poco—; Hora de rezarle a tus santos.

Arcobalena  palmoteó su propia frente, luego asesinó a Leonardo con la mirada.

— ¿Y tú no vas a decir nada!— Le gritó Arcobalena a Ornella, arrastrándola del borde de su fértil imaginación y plantándola otra vez en la tierra.

Ornella asintió.

— ¡No soy ninguna debilucha!— Se impuso, inflando el pecho de manera heroica, haciendo ver que no iba a dejarse vapulear siquiera por el consentido de su mejor amiga— ¡Qué vaso más débil ni vaso más débil! ¡Ni que fuera tu abuela! ¡O tú mismo! Pues sí, más que un niño, por lo que veo, eres un mocoso disfrazado de enano.

—Y yo pensé que ustedes dos eran parecidos y se iban a llevar bien— Bufó Arcobalena, cortándole el mambo a Ornella, especulando que con eso iba a parar un poco la erupción volcánica casi inevitable—, siendo que ambos son unos sobreprotegidos de primera.

No iba a negar que estaría encima de su hermano el mayor tiempo posible. Leonardo sí, hasta la muerte.
Contempló la opción de ser un espectador ante tremenda ridícula situación: más gracia no podía causarle. La menor, una chiquita intensa y algo infantil, no ignoraría esas palabras de supuesta subestimación; ese era el malentendido que pretendía aprovechar, y echando más leña al fuego aumentaría el incendio forestal.
Lo bueno de todo, es que los dichos de Eternit habían encausado los deseos de él por un camino que desembocaría en el desprecio de Ornella.   

Eternit logró sonrojarse a causa de eso, al igual que Ornella. Más de la pena que del enojo.

— ¡No me sobreprotegen!— Exclamaron ambos al unísono.

—Pues sí, Ornella, el enano disfrazado de niño solo sirve de algo, y eso es estar de adorno en un jardín o bosque, al lado de un árbol secuoya, aburrido y avejentado… tan Arcobalena. No podría ser de otra manera: Arcobalena es demasiado poco femenina para ser una princesa, y aunque su hermano es un enano, definitivamente no sería uno de los siete que acompañaría a Blancanieves. Hasta un pedo da más gracia que los dos juntos.

Arcobalena entrecerró los ojos.

— ¿Me estás provocando? No escupas hacia arriba, que te puede caer en la cara.
>>Aparte, mira quién habla, el cabeza dura al que le debe lavar los calzoncillos su propia madre con los pelos que ya tienes…

Ahora, los que contemplaban la discusión de sus hermanos mayores eran Eternit y Ornella, con la vergüenza ajena que eso conllevaba. Verlos decir ridiculeces al igual que niñitos de primer grado de primaria, y gritar a los cuatro vientos toda clase de aberraciones y tonterías al instante que los estudiantes varones del instituto masculino, Chad Bukowski, salían de sus clases, era sinónimo a desear que los tragara la tierra hasta el fondo de sus entrañas y no los vomitara jamás.

Ornella tomó en cuenta una posibilidad: Irse sin más, dejando a los grandulotes despellejarse a su gusto.
Aprovechando la distracción, bajó de la moto de Leonardo y caminó a paso rápido, alejándose, sin que nadie se diera cuenta, a excepción de Eternit, que muy observador era. Y sí, él actuó de la misma forma.

Eternit era del tipo de persona que le desagradaban los pleitos, de cualquier tipo, fuera verbal o físico. Incluso sentía repudio por dichos actos. El tema era que, si la situación lo ameritaba, se metía en el medio si de defender a una víctima de las injusticias se trataba. Más una mujer, que menos fuerza física poseía y la desventaja aumentaba por esa diferencia abismal entre los dos sexos.
Al decirle a Ornella que ella era un “vaso más débil”, no quiso asegurar que ella era una bebita, una tonta a la que no le daba la cabeza; sino, al contrario, se refería a las características propias anatómicas de una chica de su edad y el trato que debían darle. Nada más. Ninguna doble intención de por medio.
Él apreciaba a las mujeres, y las reconocía como un sujeto, no un objeto, una simple posesión egoísta que ameritaba darle el uso que a su dueño le antojaba. Nunca en la vida pensaría así.
Quería aclarar el malentendido.

Alcanzándola, tomó la mano de ella, delicado e intentando no asustarla, sino llamar su atención de una forma positiva y suave.
Ella giró.

—Deja de seguirme— Refunfuñó, aun conservando esas expresiones infantiles—. No voy a perdonarte seas el hermano de quien seas. Nadie me llama débil en mi cara.

—Estás en desventaja, aun siendo yo un enano. Claro, si fuera malo— Sonrió—; No lo soy, no tienes de qué preocuparte. Entiendo, lo que dije puede prestarse a confusiones. Solo… bueno, quiero decirte que nunca le haría daño a una chica tan fuerte. Tu capacidad de repeler las amenazas es envidiable, similar a mi hermana Arcobalena. Ya veo porque te considera su mejor amiga, Ornella. ¿No?

La sorpresa fue inmediata. El flechazo que sintió desde el primer instante que lo vio apareció de nuevo a velocidades récords, siendo la idéntica sensación en un día. Esa sonrisa la derretía. La irritabilidad desapareció.

—Sí, Ornella— Balbuceó.

—Te invitaría un helado, así me cuentes de ti. Solo que Arcobalena me ha hablado tanto de cómo eres que siento conocerte de toda la vida.

— ¡No quiero un helado!— Sacudió la cabeza de inmediato, percibiendo su tontedad al rechazar la oportunidad de tener una cita con un caramelo— Digo… ¡Veámonos cuando quieras, en el lugar que quieras!

—Bueno…  Te espero mañana a la mañana en la iglesia. Seguro van a tocar un tema interesante, y si Dios quiere, espero que lean mi libro favorito del antiguo testamento.

¿Perdón? Pensó escuchar mal. ¿¡Qué clase de cita era esa!? Debía ser una broma, sí, en definitiva. De esa manera espantaría a cualquiera, y eso que ella no era una atea devota a sus creencias como Leonardo; respetaba la gente religiosa, ella misma iba a su iglesia todos los Domingos a escuchar el sermón de turno, y después, al llegar a casa, se sacaba la ropa formal para irse corriendo a conectarse a internet o salir con sus amigas y perder el tiempo con Arcobalena. Debió suponerlo en el instante que agarró la cruz y la puso frente a las narices de Leo. Prefería el helado.

Apretó bien los párpados.

—Bien, Eternit. Nos veremos. Llegaré cinco minutos antes.

Un sonoro trueno interrumpió la conversación.

—Adiós.

—Adiós. No te mojes, vas a enfermarte. Más vale apurarte— Susurró, tímida.

Arcobalena logró ubicar a Eternit recién cuando Ornella se marchó hacia su hogar y desapareció de su vista. Ya llovía.
Él perdió los ojos en el horizonte, trazando el camino que la rubia siguió.

—Ese idiota ya me dejó de molestar, por suerte. Y ya era hora que te quedaras quieto, no te encontraría. Maldición, eres tan poco razonable si te lo propones. Tengo sentimientos, mi deber es cuidarte…

Eternit otra vez formó esa mueca dulce, tan característica suya.

—Logré una cita— La interrumpió.

— ¿¡En serio!? ¡Cuéntamelo todo!— Dejó de lado sus quejas y prestarle atención de una vez— ¿Dónde?

—Mañana a la mañana en la iglesia.

—…

— ¿Qué? ¿Dije algo malo?

— ¡Hasta el clima lamenta eso!

— ¿Y qué tiene que ver?— Preguntó de nuevo, ya perdiendo la gran paciencia que tenía. A veces Arcobalena lo desesperaba más rápido que el común de la mayor parte de las personas—Aceptó.

Ella suspiró.

—Eternit, hace tiempo la mayoría de las personas dejaron de ser católicas. Ahora ustedes son de segunda, porque los musulmanes les ganaron, lejos. No son la única iglesia existente. Y por cierto: Ornella es luterana.

Sonia Joestar Desconectado
« Respuesta #4 en: Septiembre 10, 2016, 05:51 pm »

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Re:Las Malditas [+16]
« Respuesta #4 en: Septiembre 10, 2016, 05:51 pm »
 :1f643:, sí, son bastantes personajes. Es que cuando salen muchos personajes en un mismo capítulo suelo confundirme, aunque poco a poco que la historia avance ya sabré distinguirlas. Por ahora, lo que me intriga es saber cómo se fundo ese grupo, "Las Malditas", desde cuándo ha estado allí, saber si todas sus integrantes pasan por algunas pruebas para ser aceptadas... en fin, profundizar más el origen de "Las Malditas."

Por lo visto, Ornella y Eternit son los hermanitos que están sobre-protegidos por Leonardo y Arcobalena, respectivamente. Que por cierto, me causó algunas sonrisa la discusión que estos dos últimos tuvieron.

Y no mentiré, Eternit me a caído muy bien. Es que esta parte:

Serio, aun con su insignificante apariencia frágil e incluso cómica por lo corto de altura, tomando un dije de plata con forma de cruz entre sus dedos, lo enfrentó, diciéndole:

—Es mejor no tentar al bien ¿No crees? Los que maltratan a las siervas del Señor pronto obtienen su merecido. Él las aprecia mucho, aun si sean el vaso más débil— Y al terminar su breve discurso, le guiñó un ojo a Ornella.
Es que me recordó un montón a mi personaje favorito de una novela que estaba leyendo en wattpad antes de que el escritor la borrara. T-T

A mi punto de vistar, la actitud de Ornella me pareció un poco exagerada, no era como para que se tomara esa frase al pie de la letra. Aunque quizá ella tiene su razón de actuar, aun no la conozco del todo.

Creo que eso seria todo por hoy. Espero saber más a cerca de los personajes, así que, esperaré con paciencia la próxima actualización.

Tras haberlo pensado una y otra vez, he decidido optar por la mejor propuesta… tomaré una taza de té, por favor.

Snade Desconectado
« Respuesta #5 en: Abril 27, 2020, 10:01 pm »

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Re:Las Malditas [+16]
« Respuesta #5 en: Abril 27, 2020, 10:01 pm »
[quote]A mi punto de vistar, la actitud de Ornella me pareció un poco exagerada, no era como para que se tomara esa frase al pie de la letra. Aunque quizá ella tiene su razón de actuar, aun no la conozco del todo.
[/quote]

Es una exagerada. La histriónica del grupo, pero también la más accesible y abierta en cuanto a personalidad.  Diría que es la más normal de todas, así que la irritación es por la aproximación a la realidad con una persona común xD

III. No se borra con el codo, ni se barre con el viento


Casi atardecía en la ciudad, y desde el puente de la mujer la espectacular paleta cálida se tornaba más intensa a menudo que los minutos avanzaban sin piedad.

Ese cielo cálido le recordaba a Nagisa que su existencia era el fragmento de un punto, flotando a la deriva, siendo llevada por los remolinos pícaros del fresco, pero que fulguraba intensamente. Sus inseguridades quedaban en el segundo puesto en comparación del rencor asesino que se alzaba en la cima del firmamento, convirtiéndose en una hoguera descontrolada; roja, anaranjada, amarillenta... arrasándolo todo.

Sueños e ilusiones no eran nada en su vida. Ella vivía de realidades, no se daba el lujo de construir castillos en el aire, sino plantando pies en la tierra, aunque esta acabara por tragarla y conducirla a sus desconocidas profundidades.

"Terreno rocoso, una montaña que sale de la tierra. Esa cima congelada toca el cielo".

―Eros y su poesía de baño― Se repitió por enésima vez. Enésima vez parada en el concreto del puente, tres veces por semana, todos los años.

―La poesía de baño de Eros... Juraría que si respetara la métrica clásica, aceptarías la creatividad de ese mellizo papucho que tienes. Dale un respiro.

―Tiempos pasados fueron mejores.

― ¿Cuándo no sufrías trastorno obsesivo compulsivo?

―Cuando no sabía el significado del orden.

―Lo bruto nace de una roca craneal ¿Qué esperabas? Aún persistes con eso de los pies sobre la tierra.

Danisa no pronunció palabra alguna ante su amiga postrada contra el barandal, esa chica de facciones angulosas y cabello teñido de un naranja fantasía. Una bruja transgresora danzando graciosa en medio de su bosque sagrado, luego profanado, sin quemarse, sólo disfrutándolo.

Leona no pertenecía a "Las Malditas". Su trato con Danisa era independiente a ellas. Cualquiera la consideraría una persona dual, asistiendo a un instituto privado sin tanto renombre; piernas de palo, cuerpo cuadrado desde su raíz y falda planchada, tabla por tabla. El resto, desastre en toda regla. Así y todo, mejor amiga de Danisa. Secreto sucio y casi tabú entre los miembros del grupo. Y también Leona era su propio enigma prohibido, vestido de mujer.

―Haría lo que fuera por cortar esa suciedad y torcedura para siempre. No soporto compartir existencia con alguien dispersado, un tiro al aire, un irresponsable que deja hasta sus hijos tirados por otro roñoso de mente― La voz de Danisa se atrofió un poco, gracias a su creciente angustia y sentimientos encontrados que surgían por el agrio recuerdo de su padre. ¡Quería escupirlo!―. Cumpliendo sus fantasías aireadas, apoyado por otra masa de mentes raquíticas, enfermas, abandonó sus concretos proyectos de vida. Y aquí yo, ordenando sus desastres. Libertad y una mierda...

―Lo único que no puedes organizar y escapa de todo tu control.

Leona suspiró y bajó la mirada a sus pies, frustrada.

―Lo único que no puedo volver a poner en su sitio, porque me ganaría una demanda de esa comunidad homosexual disparatada. Tal vez años de cárcel por romperles la cabeza.

― ¿Y si te dijera que tu padre usa minifaldas en vez de una camisa dentro de sus pantalones? Digo, una falda lisa se ve hasta presentable. Como la mía.

―Ya nada me sorprendería. Igual no disminuiría mi odio hacia él, al contrario. Una falda planchada no camufla su desvío. Una cosa no quita la otra.

Los naranjas se disolvieron. Fríos azules acompañaron la faceta final de la melancolía lapidaria de Danisa, congelando las laderas de sus montañas emocionales, no permitiendo que todo resentimiento subiera a la cima, y ella quedara intacta, sin contaminar la pureza no explorada del arriba y continuara sobrepasando las nubes grises, reverenciando un cielo libre, sin ataduras, esperando el abrazo de ella, su no consentida enemiga.

―Debo irme. Ya oscureció. No te quedes sola más tiempo, vuelve a casa y toma algo con ese papucho de abuelo que tienes.

―Adiós...

Leona, alejándose de la escena, escondió expresiones alegres, habituales.

¿Cuánto tiempo serviría darle la espalda sin recibir un cuchillazo mortal? Ahora se salvaba, porque la verdad no salía a la luz. Pagaba el daño de un tercero, asumía la culpa de Jun Kawamori, y no podía recriminárselo.

Deseaba con todo el corazón restaurar el equilibrio degenerado por el dolor de esa señorita. Irónico. Ordenarla a ella, reina del metodismo indudable.

Recuperaría a Danisa, travestido o no. Leona o Leon.


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