Y con esto termina la historia. Última Letra.
Z de Zona
—Tienes toda la razón —Fue todo lo que le respondió el rey y Santiago se ruborizó avergonzado.
A continuación, el padre de Tahiel tomó del brazo a Eliv y la llevó a una figura circular que algunas esmeraldas formaban en una de las paredes y le señaló el preocupante panorama afuera.
En el círculo podían verse unas imágenes que le mostraron a Eliv la batalla que en ese instante se llevaba a cabo sobre la superficie, siendo de una asombrosa nitidez a pesar de la oscuridad de la noche.
Una guerra entre los elfos oscuros y las driadas, quienes habían erigido una alta y fuerte barricada de ramas y plantas entretejidas alrededor del roble de Eliv para protegerlo, luchando contra los elfos y orcos para que no lo derribaran, no obstante, como ya tenían varias horas combatiendo, las driadas se veían agotadas a pesar de la ayuda de los súbditos del rey elfo y algunos enanos.
Muchos habían caído ya en esa batalla, de ambos bandos, sin embargo la victoria parecía que sería para los elfos.
—¡Tenemos qué llegar a mi árbol! —clamó Eliv—. Si lo derriban morirá y yo con él. Si eso sucede, ya no habrá nada que se pueda hacer.
—Lo sabemos —asintió el padre de Tahiel—, es por eso que mientras ustedes llegaban, los enanos se pusieron a trabajar en un túnel. Ya casi está terminado y podrán llegar a tu roble por debajo.
—Pero es seguro que los elfos ya saben el plan, pues algunos de sus aliados nos vieron caer aquí—opinó Santiago acercándose para mirar las imágenes de la batalla.
Fue espectacular ver como las hermosas mujeres manipulaban los árboles y maleza para detener el ataque de los elfos, unos seres de grata apariencia, piel morena y cabellos muy negros; ágiles y hermosos, un contraste absoluto con los orcos.
—Entonces debemos apresurarnos —habló uno de los enanos que los habían conducido ahí.
Después de sus palabras entró en acción y se dirigió a una de las cuatro salidas que tenía la caverna, así que los demás los siguieron. De esa manera volvieron a internarse en otra serie de grutas y en algunas de ellas, Santiago pudo ver como las gruesas raíces de los árboles de la superficie atravesaban el techo y pudo admirar tal magnificencia de la naturaleza gracias a su linterna personal, Izaro.
La miró brillando en su linda luz y se preguntó qué sucedería con ella cuando todo terminara. Había surgido de una chispa en su mundo; un hada del fuego, ¿se apagaría cuando se recobrara el equilibrio? Lamentó que fuera así, porque se había encariñado con la pequeña criatura.
—Susana —le preguntó en voz baja, tomándola del brazo—, ¿qué sucederá con Urko y Viento cuando todo esto termine?
—Ellos volverán a ser lo que eran —respondió Eliv en el mismo tono—. Viento perderá sus alas y Urko volverá a ser un pez. El dragón y cualquier otra criatura que haya cobrado vida en tu mundo en nuestra ausencia, también desaparecerá, pero el desastre hecho por ellos, no.
—Ummm, ya veo —asintió triste, no porque Viento perdiera sus alas y Felipe se decepcionara, o que Urko perdiera su forma de tritón, sino por Izaro.
No quería que la valiente hada se apagara e iba a comentarlo cuando el enano que llevaba la delantera en el recorrido, anunció.
—¡Miren! ¡Esa es la
zona!La zona era el perímetro excavado para llegar al árbol de la driada y podía verse el reciente trabajo por las pilas de tierra y rocas puestas en las grutas más cercanas. Ahí sí había antorchas clavadas en las paredes con algún material de consumo lento y las llamas movibles en un vaivén daban evidencia de que había una imperceptible corriente de aire, por lo que de algún lugar provenía una ventilación muy buena.
Se adentraron a la excavación descubriendo a una cincuentena de enanos atareados con las herramientas como picos, palas, cubos, y pequeños carros de madera con cuatro ruedas para transportar el material extraído, moviéndose todos con una diligencia admirable y cuando uno de ellos los vio, les informó.
—Justo a tiempo. Al final del tunel está el roble de la driada. Ya pueden ascender.
—¡Sí! —dijo Eliv emocionada— ¡Puedo sentirlo!
En eso, en uno de los corredores que habían dejado atrás, cayó tierra y en el techo se asomaron las herramientas del enemigo, los que tal y como había dicho Santiago, habían descubierto su plan e intentaban acceder al interior como fuera.
—¡Ahí vienen! —dijo el rey haciendo que Eliv y Santiago se apresuraran por el estrecho pasillo que los llevaría hasta debajo del roble de la driada.
—¡Corran, no se detengan! —les gritó Tahiel—. Nosotros los detendremos.
Entonces, mientras Eliv y Santiago corrían al final del túnel, los enemigos cayeron de la superficie, y acercándose a la barrera que habían formado el rey y los suyos, dijo una de ellos.
—Cómo no lo vi venir. Un buen plan asociarse con los enanos, hábiles en todo lo que desean hacer. ¿No se supone que los enanos y los elfos no se llevan bien?
—Taliana —la saludó el rey ignorando el sarcasmo—. Tú y los tuyos pueden dejar esta región. Ya nada tienen qué hacer aquí.
La ira deformó el bello rostro de Taliana y levantando la mano, gritó con voz potente.
—¡Al ataque!
Una variedad de elfos y orcos detrás de ella se fueron contra los del rey y así como en la superficie continuaba la lucha, se hizo esta también. Espadas, flechas, palas, picos y golpes cuerpo a cuerpo hicieron de las grutas un campo de batalla mortal.
En ágiles movimientos, Taliana consiguió deshacerse de un enano abriéndose paso para seguir a los fugitivos, pero Tahiel se fue detrás de ella y a medio corredor la detuvo, enfrentándose ambos con arcos tensos, apuntándose.
—¿Quién soltará primero? —habló Taliana con ironía— ¿Te crees capaz de matarme, querido Tahiel?
El elfo frunció el ceño. Hacía años que no lo llamaba querido. Alguna vez habían sido amigos, pero ella fue la que se alejó. Y aunque Tahiel no estaba seguro, sospechaba que había sido a causa de sus sentimientos por Eliv. Taliana se había dado cuenta de ellos y eso pareció molestarla bastante, lo que terminó por distanciarlos.
—Pude haberte disparado por la espalda —dijo él e inmediatamente soltó la flecha.
Taliana hizo lo mismo, los dos al mismo tiempo, pero también las esquivaron ágiles con un movimiento de lado y el proyectil de Taliana terminó en la cabeza de un orco y la de Tahiel se perdió en el corredor y él rogó que no hubiera alcanzado a Eliv y Santiago.
Pero ya ellos habían llegado al final y ahí, con la ayuda de un enano, ascendieron utilizando una especie de andamio de madera, angosto y firme que ya estaba dispuesto para ellos y ambos salieron exactamente frente al roble que había terminado su hibernación gracias a la ayuda de las otras driadas que seguían detrás de la barrera combatiendo por su protección.
El árbol era inmenso; muy frondoso. Brillaba en un suave tono verde, preparándose para la enmienda y sus ramas se movieron fluidamente, como si saludaran a su dueña... o más bien dicho, a una parte de él mismo.
Bajo tierra, Taliana lanzó un alarido de ira y yéndose contra Tahiel, le lanzó varios golpes con las puños y pies, pero él logró esquivarlos retrocediendo hacia donde los demás peleaban, mientras que, mirando que la mitad de los enanos había caído en combate, Izaro decidió probar algo.
Ella había nacido del fuego, así que supuso que el fuego debía ser lo suyo, por lo que levantando las manos, las dirigió hacia una de las antorchas y la llama creció de tal manera que se alargó y controlándola, la dirigió a uno de los orcos, quien tomado por sorpresa, se miró arder, luego corrió de un lado a otro tropezándose con sus semejantes, rugiendo y manoteándose encima para apagarse, por lo que todos se apartaron de él y nadie pudo apagarlo.
Luego Izaro manipuló la llama de otra antorcha y la lanzó a otro, pero de esa misma que cayó en el orco, se desprendió otra para ir a un tercero y de ese a otro, hacíendose una cadena de llamas y el caos fue uno tal que el enemigo comenzó a retroceder, incluidos los elfos.
—Se terminó Taliana —observó Tahiel al ver la huída de los elfos y orcos.
—No lo creo.
Negó ella utilizando su arco con una rapidez que tomó por sorpresa a Tahiel y soltando la flecha, le dió a Izaro, la que al contacto con ella se fragmentó en una gran cantidad de lucecitas, como gotas de fuego que se diseminaron en el aire.
Todo eso al mismo tiempo en que afuera, el grueso tronco del árbol de Elive se abría a lo largo por la mitad, incrementándose el resplandor y las ramas se alargaron tomando a la driada y a Santiago como en brazos para introducirlos en su interior.
—Susana —susurró espantado Santiago al entrar al árbol, porque sabía que ese era el final de su vida—. Tengo miedo.
—Lo sé y no te preocupes por Izaro, va a estar bien —aclaró ella abrazándolo y cuando lo besó, el tronco comenzó a cerrarse.
El beso lo durmió, un acto generoso de su esposa para evitarle el dolor de su fusión con el roble. Ella ya estaba acostumbrada a fusionarse con él, por lo que hasta le fue placentero volver a experimentarlo, aunque esta vez sería para siempre. Su vida había sido buena. Su esposo también y ahí terminaba con ella a causa de su genuino amor. Sus labios sonrieron en una satisfecha sonrisa y fue lo último que se vio al completarse el cierre del roble.
A continuación, el brillo verde tomó la consistencia de la luz del sol y creciendo todas sus ramas para levantarse muy alto en el cielo, lanzaron una incontable cantidad de destellos, como si de fuegos artificiales gigantes se tratase y todas esas centellas se dezplazaron por el firmamento iluminándolo y por un momento el día en la noche vino a existir, pues no solo en Driazán se vio el cielo azul, sino que en todos los reinos pudo admirarse, expandiéndose velozmente hasta derrotar la avanzada de la eterna noche, desapareciéndola por completo para dejarle su lugar al nacimiento del próximo nuevo día y los futuros.
Después se apagó la luz y el cielo volvió a oscurecer; entonces el árbol se desintegró por completo.
Entre tanto abajo, Taliana se dio a la fuga bajo la mira de la flecha que estaba por dispararle el consejero del rey, pero Tahiel impidió el tiro bajando el arco del sabio.
El consejero iba a replicar cuando de pronto, la llama de una de las antorchas comenzó a comportarse de manera extraña atrayendo la atención de los presentes y al igual que con el fuego de la chimenea en la casa de Santiago, una llamita se independizó y comenzó a volar.
—¡Izaro! —gritó Tahiel apresurándose a ella, la que se posó en su mano—. ¿En verdad eres tú?
Sin duda lo era. Se había ganado el derecho de nacer de nuevo, pero ahora en su propio universo y mientras la guerra en el mundo de fantasía terminaba, en el de los humanos acontecía que Urko volvió a ser el consentido pez de Don Fabián, a Viento se le desaparecieron las alas para decepción de Felipe, el dragón volvió a las nubes desapareciendo después con la brisa y por ende su compañera nacida de sus llamas se apagó dejando de existir. Y si hubo otras criaturas como dijera Eliv, también volvieron a ser lo que eran o como el dragón de fuego, simplemente dejaron de existir.
Así fue como se recuperó el equilibrio, lo que logró calmar un poco las lágrimas de Don fabián. Llanto derramado por su hijo, pero la vida le dio un hermoso regalo. Un nieto nacido de María, la que al final tuvo que confesarle que era hijo de Santiago.
Moraleja... Nah, no hay xD
F I N